viernes, 14 de noviembre de 2008

El tiempo fluye sin descanso

Los granos de arenas van cayendo
uno tras otro sin pausa



La luna llena, una luna brillante en una noche fría de otoño me saco de mi sopor, me despertó y me hizo volver a este pequeño rincón para volver a retomar mi pequeña lucha con el tiempo, esa misión imposible de intentar pararlo, aunque sea unos segundos, intentando taponar con mis manos esa rendija por donde se escapa.

Imposible de parar, el tiempo fluye entre mis manos. los días pasan y cada vez tengo una sensación mayor de no poder hacer nada. Los días van cayendo uno tras otro, y sin darme cuenta pronto hará un año, un año desde el momento en que nuestra pareja de amor se transformo en trinidad.

Las cosas pasan muy rápido y como me gustaría poder tener un sitio un pequeño saco, donde poder guardar el tiempo que a veces nos sobra, ese tiempo que nos parece superfluo, que nos da la sensación que se malgasta para poder aprovecharlo después.

Pero no, eso sería un pequeño error por que allí estarían los hombres grises dispuestos a engañarnos y quedarse con nuestro tiempo, a esclavizarnos intentando obligarnos a desprendernos de esos momentos superfluos que a veces tanto nos enriquecen, para economizar cada vez más tiempo. Y tal vez no tendríamos a Momo para salvarnos.

No dejemos que nos engañen, aprovechemos esos momentos que parecen inútiles, yo afortunadamente tengo a dos momos (Lita y mi amada) que me apartan de esos hombres grises que acechan en la oscuridad.

Llegados a este punto una gran parte ya pensará que estoy desvariando, tal vez sí lo este haciendo, pero solo doy salida a los recuerdos que me trajo la luna la pasada noche.

Entre sus rayos me trajo el recuerdo de un libro. Un pequeño libro que me marco mucho hace tiempo, y que sigue dando vueltas por mi cabeza, Momo de Michael Ende, una novela casi tan vieja como yo, aunque yo llegue antes :D. Una novela para niños con un trasfondo que nos ayuda a los adultos a entender lo fácil que es este mundo y lo complicado que lo hacemos.



Desde su manta de juegos Lita observa, curiosa, como tecleo estas líneas, se acerca a mí gateando y con sus manos se agarra a mi pantalón, con dificulta se pone de pie. Cogida mi pierna me mira. Pongo a Lita en mi falda y con sus pequeños dedos golpea este teclado, aun es muy pronto, pero algún día quien sabe...